viernes, 6 de abril de 2012

Entonces comenzaron a pasar imágenes rápidamente en mi cabeza, como en una película. Abrí mis ojos. ¿Qué clase de paraíso era este?. Recostada aún en el césped giré mi cabeza en ambas direcciones. No lograba reconocer nada. Las imágenes me volvían a aturdir. Sujetaba mi cabeza con ambas manos, me retorcía. Dolía, ardía.
Una luz encandilante pegó justo en mi rostro, tape este con mi antebrazo y corrí mi cuerpo hacia atrás. Decidí espiar, solo un poco. Logré divisar algo que me sonaba familiar. Decidí espiar un poco más. Me di cuenta que la luz no era maligna para mis ojos…
Y allí estaba él. ¿Era real? ¿Eran solo recuerdos?
Tomé mis rodillas entre mis brazos y observé. Eran nuestros recuerdos. Una película de nosotros. Solo nosotros. Nos conocíamos y no lo sabíamos. Nos chocábamos y no lo imaginábamos. Éramos niños. Su sonrisa, su cabello dorado.
Una sonrisa se divisaba en mi rostro, una lágrima recorría mi mejilla.
Crecimos. Yo lo espiaba por una ventana. Era realmente inalcanzable, tan sublime como un ángel. La vida nos volvió a juntar. Su voz había cambiado, sus palabras también. Lo admiraba. Decidió amarme. Decidí amarlo.
Lloraba. De felicidad. Había encontrado el amor, tuve todo lo que siempre quise. Ya no sentía miedo de dormir, para siempre. No si había logrado mi prometido en esta vida. Me acurruqué contra un árbol, cerré mis ojos y sonreí.
Se que te volveré a ver. Se que te encontraré por ahí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario